jueves, 19 de febrero de 2015

Un día en la oficina

                    Esta mañana cuando me levante y tire la lámpara, el móvil y el reloj de una barrida al suelo por intentar apagar el horrible ruido del despertador que me sobresalto en lugar de despertarme a las 6 de la mañana, tuve que haberme percatado de que no iba a ser un día fino, por decirlo de alguna manera. Si sales tarde de casa y te toca correr casi un kilómetro bajo la lluvia y sin paraguas. Porque obviamente hoy no podía funcionar, para que, si solo cae el puto diluvio universal y hacía una aire del carajo. Las señales estaban siendo al menos un poco claras. Pero por si fuera poco cuando llegas a la parada, tú autobús sale y te toca esperar otros 20 minutos hasta la llegada del siguiente, porque ese día el trafico es terrorífico debido a la lluvia, y no tampoco podía ser de otra manera. Pues no necesariamente hay que ser Aramis Fuster, para saber que el día no va a mejorar y apunta a ser malo de narices. Pero me equivocaba, no iba a ser tan malo como parecía, iba a ser una autentica pesadilla.
                  Eran las 11 de la mañana y me encontraba con la mirada perdida en la pantalla del ordenador mientras removían el veneno llamado café que servían en la máquina expendedora del hall de la oficina. Pero con el día que llevaba quizás me diera una cagalera y así podría irme a casa a pasar el resto del día sentado en la taza leyendo cualquier cosa que tuviera a mano. Porque no solo tenía que recuperar la hora tarde que había llegado, sino además tenía que unirle una ristra de informes que mi jefe había decidido que hoy tenían que estar terminado y enviado a la central, porque mañana tenían comida de jefes y quería colgarse unas cuantas medallas, daba igual que el trabajo de una semana tuviera que hacerlo en un día. Todo eso lo ponía muy clarito en el correo que me había mandado hacía cinco minutos, desde su blackberry, es decir, desde a saber dónde estaría el cacho cabrón.
                  Eran las cuatro de la tarde y desde el veneno de las 10 no había probado nada aun. Quería terminar lo antes posible e irme a casa para calzarme las zapatillas y salir al parque hasta la extenuación, quería llegar a casa tan cansado que mi cabeza fuera incapaz de pensar en nada que no fuera en tirarme a la cama a dormir y olvidar esta mierda de día. Pero entonces le vi aparecer por el pasillo. Con su porte atlético, su mirada de superioridad, su pelo engominado hacía atras y con un mensaje en su mirada que decía, te voy a joder vivo.
  • ¿Qué mierda de previsión para el año me has dado? , eso no es lo que tú me dijiste que tendría. Acaso te has olvidado de como se realiza tú trabajo.
Todavía no sabía por donde, pero me estaba empezando a caerme hostias como panes. El tío tenía que estar disfrutando, porque a medida que yo me hundía en mi sitio, él parecía hacerse más grande. Pero tampoco mi iba a dejar avasallar así como si nada, tenía que plantar un poco de batalla, aunque solo fuera por la sensación de no haber tragado y tragado sin escupir algo.
  • Acuérdate que te comente que habíamos tenido problemas y al final los resultados que nos habían pasado no eran buenos.
  • No, a mi no me has dicho nada de eso. No recuerdo esa conversación.
                   Tú nunca recuerdas nada. Esto último no se lo dije a la cara, aunque apunto estuve. Tampoco le dije que tenía pensado comprar una grabadora para solucionar esos problemas de memoria que tiene puntualmente, cada vez que habla conmigo.
- Te lo comente en la última reunión que tuvimos al final del periodo pasado para preparar la reunión con central, que los datos podían variar dependiendo de los resultados finales que nos tenían que pasar.
- No, no, no. Yo no me acuerdo de eso – Entonces con quien coño me reuní yo ese día capullo de los huevos. Estaba estupefacto, y encima él gilipollas de mi compañero que estaba sentado en frente mía, un trepa de los que abundan por estas lindes. Estaba disfrutando de lo lindo con todo lo que estaba pasando – Bueno me da igual, quiero que soluciones esto ya y quiero ver los datos que me habías dado al principio de todo – Con las mismas se giro y se fue por donde había venido, pero antes de desaparecer por la puerta se giro despacio y con esa medía sonrisa con la que le pario su santa madre, me dijo – Lo quiero para hoy – Y se largo.
                      Después de 12 horas de agotador trabajo donde tuve que lidiar con jefes gilipollas, compañeros trepas y clientes impacientes. Salí a la calle y adivinar ... mi autobús se había ido, seguía lloviendo y yo seguía con mi paraguas roto.

                      El día ha terminado. Conseguí llegar a casa y bajar a correr un rato, aunque menos de lo que me hubiera gustado. Quizás porque ya me había mojado bastante y no me apetecía seguir mojándome más. Así que había llegado a casa, me había duchado, me prepare una gran cena a base de fiambre y latas de atún – obviamente no me había dado tiempo a ir a la compra y tenía la nevera más pelada que la cabeza de un calvo- cena que apenas había tocado y por si fuera poco en la televisión no había una mierda. Todo eso lo remataba el saber que solamente estábamos a lunes y me quedaba toda la semana por delante. Pero como soy un puto motivado aunque en horas bajas, pues no pasa nada. Mañana seguro que podría encontrar algún motivo por el que estar de mejor humor, quizás que es martes y solo me faltaran tres días para volver a mandar a mi jefe a la mierda, o por lo menos sino se lo digo lo pensare.